Es fácil reducir la alegría de la
Pascua a una simple fiesta de gozo y olvidar el sentido principal que tiene el
tiempo de Pascua y que hoy la liturgia nos recuerda con fuerza. La Pascua no es un tiempo para vivir una
simple alegría de la Resurrección, sino un tiempo para caminar en la fe. La
Pascua es tiempo para aprender a caminar en la fe del resucitado. No se trata
de un simple gozo, sino de un tiempo litúrgico para prepararnos a caminar sin ver a Jesús. En la liturgia vemos
como Jesús realiza breves y frecuentes apariciones y que va preparando a sus
discípulos y apóstoles a caminar y evangelizar sin verle en carne y huesos ya
que en breve ascenderá al cielo.
Estamos ahora en el ecuador de este
tiempo pascual y la liturgia de hoy (Hch
12, 24-13, 5), miércoles de la cuarta
semana de Pascua, nos presenta a
unos apóstoles que estaban ayunando y orando, es decir, un día de retiro
para rezar en comunidad. Era seguramente un domingo, pues estaban celebrando el
culto del Señor. Esto no sólo nos devuelve a una primera Iglesia que ayunaba,
sino que nos descubre el ayuno como un modo
adecuado para que el Espíritu Santo se manifieste. Tras descubrir la misión
de ir a Chipre, siguen ayunando y orando para seguir descubriendo la voluntad
de Dios. Hoy parece difícil saber qué nos pide el Señor y algunos se quejan de
dificultades para descubrir la verdad oculta en el día a día. Pero la liturgia
de hoy, y en general en este tiempo pascual, nos recuerda la necesidad del
ayuno para ir de la mano del Señor. La
oración hecha en ayuno es un camino privilegiado para el discernimiento y la
adquisición de la profundidad de la fuerza del Señor. Tenemos que poner
todo de nuestra parte para descubrir cuál es la voluntad del Señor y cómo
realizarla y no escatimar en recursos.
A veces es duro empezar a ayunar,
pero son muchos que, al empezar, describen sus grandes beneficios espirituales
y personales. No sólo nos ayuda a estar preparado y a discernir, sino que nos
cambia el día a día, nuestra fuerza testimonial y evangelizadora, aumenta la acción
del Espíritu Santo en nuestros actos.
La misma santa de hoy, Santa Inés,
nos recuerda la importancia del ayuno. Santa
Inés desde muy joven ayunaba casi todos los días, dormía en el duro suelo y
tenía por almohada una piedra. ¿Hay que hacer lo mismo entonces? Pues no hay
que hacerlo por mandato, de hecho nadie nos lo propone así, ni siquiera la
Iglesia. No se trata de hacerlo porque es lo que pida Dios o porque sea nuestro
deber, sino que es al amar profundamente a Dios, es el buscar ese corazón
sincero y contrito que se une a la causa del amor, a la causa de salvar cuantos
más hombres posible del pecado, lo que nos mueve, llenos de agradecimiento y
necesidad, a la ofrenda de nosotros mismos, no sólo en el ofrecimiento de los problemas
y dificultades de cada día, sino en poner a los pies de Dios nuestra necesidad
más básica de alimentarnos, de gustar la comida variada, de los caprichos
diarios, etc. para encontrarnos en un pedacito de esa cruz cara cara con el
dolor de amor por los demás.
Desde AyunoXti os invitamos a
uniros al ayuno a pan y agua de los miércoles y al rezo del rosario por las
intenciones que nos llegan. Es un gran bien para cada uno, pero también un gran
acto de caridad para con los hermanos. Es algo que enterneces el corazón de
Dios y le muestra nuestro desarraigo a nuestras necesidades y comodidades.
Sólo es cuestión de empezar. ¡Ánimo!
Paz y bien.
Fuentes:
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