Muchos cristianos se han rendido
a la rutina de la celebración eucarística y lo demuestran muchos comentarios
sobre si el sacerdote es más aburrido, lento o antipático, datos absolutamente
irrelevantes si sopesamos el profundo significado que tiene la celebración de
la Eucaristía.
El Catecismo de la Iglesia
Católica nos dice que Jesús “instituyó
el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los
siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa
amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de
piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe
a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria
futura" (CIC 1323).
Quiero destacar dos aspectos muy
importantes con respecto a la Eucaristía con motivo de esta semana Santa y
especialmente de este jueves, en el que recordamos la institución de la
Eucaristía por nuestro Señor Jesucristo: lo que significa Eucaristía y qué
sentido tiene que sea un memorial.
La Eucaristía, un portal en el tiempo
Es de gran ayuda conocer el rito
judío para entender y apreciar muchos matices (y no sólo matices) sobre el
significado de lo que hizo Jesús. En el rito judío de la cena pascual estaban
(y lo sigue estando) ya presentes la bendición del vino (Kadesh o santificación),
el lavado de las manos (Rejatz), la
comida de tres panes sin levadura (Yajatz),
la lectura del relato de la historia del pueblo judío (Maguid), la bendición del pan antes de repartirlo (Motzi-Matza), la bendición y acción de
gracias (Barej), etc. Todos estos
elementos se distribuyen a lo largo de una comida llena de simbolismo que
acontece entre una mesa (para la comida) y un altar (para la liturgia) y que se recorre bebiendo 5 copas de vino que
recuerdan la salvación del pueblo judío de Egipto (Éxodo 6,6-7) y la espera
del Masías. Las primeras 4 copas son la copa de la bendición, de las plagas, de
la redención y de la alabanza, mientras que la quinta copa es la de Elías.
En la cena pascual tenía que
haber un cordero aprobado por los sacerdotes y sacrificado “entre la caída de
las dos tardes”, pero en la última cena
de nuestro Señor no había cordero, algo que era permitido en caso de impedimento
serio (como salir de viaje). En esos casos se podía celebrar la cena moviéndola
antes de la Pascua y ya que Jesús tenía que morir la víspera de la fiesta, adelantó
la cena. Los que adelantaban la cena no
podían tener cordero, pues el cordero se sacrificaba solamente en el templo, por
lo que queda más evidente que el verdadero cordero era el mismo Jesús.
Pero es especialmente interesante
saber que tras la segunda copa, o copa de
las plagas, en recuerdo de la ira de Dios sobre quienes no cumplen su
voluntad (Exodo 6, 14 en adelante), Jesús dice unas palabras enigmáticas: “No
volveré a beber del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios”. Entonces
tomó el segundo de los panes (Aficoman)
que había representado a Jesús mismo (segunda persona de la Trinidad) por
siglos de celebraciones pascuales y pronunció las grandes palabras del
sacrificio “este es mi cuerpo que será entregado por vosotros” en un lenguaje sacrificial
propio del Templo y de los sacrificios culturales identificando el sacrificio
del “Cordero Pascual”, que se entregaba y sacrificaba para liberación y redención del pueblo, consigo
mismo.
Si ya con esto los apóstoles tendrían
que estar con los ojos abiertos y la respiración contenida, ya que Jesús se
identificó verdaderamente (que no simbólicamente) con el Cordero Sacrificial
mismo, con lo siguiente quedarían totalmente alucinados: Jesús toma la tercera
copa que en el Seder Pascual[1]
corresponde a la Copa de la Redención y
dice: “Tomad y bebed todos de él, porque
esta es mi
sangre, sangre de la Alianza
nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de
los pecados.” En este momento, culminación de la antigua Pascua y
comienzo de la nueva, el vino de la
tercera copa pasa a ser la verdadera sangre del Santo Cordero inmolado en
la cruz para la redención del mundo.
Pero las sorpresas no habían
terminado, sino que una mayor estaba por realizar Jesús. De forma insólita Jesús interrumpe la cena, no toma esa copa
interrumpiendo el Seder al decir que no volvería a tomar vino “hasta que
llegara el reino de su Padre” y tras los cantos de los salmos del Halel sale de
la casa, sin tomar la copa de la Alabanza ni la de Elías. Interrumpir la cena
Pascual era incumplir el precepto e implicaba no renovar la Alianza ese año,
algo muy grave para un judío ya que no se le perdonaban los pecados hasta la
siguiente Pascua.
¿Por qué no tomo la copa de la redención? San Mateo nos dice que, camino
del calvario, “le dieron a beber vino mezclado con hiel”, y que “Jesús lo
probo, pero no quiso beberlo” (Mt 27,34). San Juan, sin embargo, nos dice que en
lo alto de la Cruz, Jesús mismo lo pidió y lo bebió[2]
y que después dijo que todo estaba cumplido (Jn 19,29-30). Nada más beber,
Jesús expiró entregando su Espíritu y cumpliendo su misión.
Jesús no tomó más vino hasta estar en la cruz, donde bebió la
tercera copa de la Cena Pascual, la copa de la Redención, conectando el Cenáculo
con la Cruz, la Cena Pascual y el
Sacrificio, la Antigua Alianza y la Nueva. La cena Pascual, nuestra Eucaristía,
es el nexo de lo antiguo y lo nuevo y el cumplimiento del más grande amor de
Dios hacia los hombres, que se da en la entrega salvadora y redentora de Cristo
por medio de su sacrificio.
La cena Pascual termina en la cruz y era una cena que con gran deseo
esperó que llegara (Lc 22, 15) porque todo se cumpliría en ella.
El memorial
Finalmente, tenemos que entender
que este gran misterio de amor que une
lo antiguo y lo nuevo abriendo las puertas del cielo, fue una Pascua eterna y
nueva que se mandó a realizar como memorial. El memorial no era un mero recordar,
sino que hacía referencia al sacrificio de la Antigua Alianza que se ofrecía
por los pecados de los pueblos donde el cordero era comido por el sacerdote que
ofrecía y la congregación oferente y que se realizaba por el perdón de los
pecados. Jesús manda a realizar el memorial de su pasión, no recordar su sacrificio. En este sacrificio
memorial Cristo es el cordero que se da para el perdón de los pecados. La
cena pascual judía permitía renovar el pacto con Dios cada año y era preciso
que se realizara completa y correctamente, de lo contrario no se daba el perdón
de los pecados. Cada Eucaristía nos
conecta a la primera y única Eucaristía que empezó en el Cenáculo y terminó en
la cruz, alcanzándonos el perdón de los pecados a los que hemos vivido después
de Cristo, pues cada Pascua perdonaba los pecados del año anterior, por lo
que cada Eucaristía nos alcanza ahora el perdón que brota continuamente de la única
cruz salvadora. No sólo no es un mero recuerdo, ni mucho menos algo nuevo y
aislado, sino que es un abrir una puerta
del tiempo que nos coloca al pie de la cruz, culmen de la Última Cena, para
que podamos comer y beber del mismo cuerpo que se dio para el perdón de
nuestros pecados hace 2000 años para que todos nuestros actos “sean
santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales
reciben su poder”[3].
La Eucaristía no es un acto
celebrativo aislado, ni es para ser meramente escuchado, sino que es un abrir la puerta del tiempo y revivir
el calvario, por lo que exige al cristiano el querer recorrer el mismo
camino, unirse a ese dolor y completar en su cuerpo lo que le falta a la pasión
de Cristo (Col 1,24-28), es decir, nuestro “si” libre por el que decidimos se
un alter Christus por el que otras
personas conocerán a Dios y podrán alcanzar esa misma salvación que permanece
abierta como un portal del tiempo y así encarnarla ellos también.
Es en este sentido que la
Eucaristía “es el cielo en la tierra”[4]
porque es el puente entre la acción infinita de Dios y la esperanza de su Amor
eterno del hombre. La fuerza de la Eucaristía es la habilitación a llevar la
cruz con alegría y amor al cielo, por lo que no se puede vivir como una
obligación, ni una tarea más, sino como el centro de la vida del cristiano, es
decir, "fuente y culmen de toda la vida cristiana"[5].
Cuando vayamos a misa, recordemos
pues que el sacrificio de Cristo ha sido
gratuito, pero no ha sido barato. No
ha sido algo de un momento, sino un sacrificio plano clavado en la eternidad
para nuestra salvación continua.
¿Este jueves 13 de abril de 2017
irás a misa con la misma actitud de siempre?
Paz y bien.
AyunoXti
Fuentes:
www.youtube.com/watch?v=iQjzkHuUQD0 (La
Eucaristia, Frank Morera)
[1]
El Séder de Pésaj (en hebreo: סֵדֶר,
"orden", "colocación") es el orden que se sigue para
celebrar la "Cena Pascual" el primer día de la Pascua, la fiesta de
la liberación judía de la esclavitud egipcia.
[2]
Nótese que el vino se lo presentan a Jesús en una esponja que ponen en una caña
de hisopo, que era lo que se utilizaba para rociar la sangre del cordero en los
marcos de las puertas hebreas la noche de la Pascua.
[3]
S.S Pablo VI, Constitución Sacrosanctum Concilium,
sobre la sagrada liturgia, n.61 (Concilio Vaticano II, 1963).
[4]
“El cielo en la tierra” es una expresión de Juan Pablo II para designar la
Misa, centro y raíz de la vida cristiana (cfr. Scott Hahn, La cena del Cordero , Rialp: Madrid, 2003).
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