12 febrero, 2016

Ayunar es querer la perfección de Dios en nosotros

Ayuno significa entrar en el desierto, lejos de la superficialidad y del ruido, para carearse con un lugar de muerte y morir a nosotros mismos, nuestra vanidad y nuestro amor propio. Ayunar significa mirar al Padre de la mano del Hijo, uniéndonos a su pobreza, su dolor y su hambre. Entrar en el desierto es necesario para empezar una gran obra. Cristo empezó su vida pública después de 40 días de ayuno, nuestra obra es seguirle y ser santos en Él. ¿A caso podemos seguirle, tomar el mismo camino y nuestra pobre cruz sin entrar en el desierto con Él? Ayunar es querer la perfección de Dios en nosotros para que nuestras obras de misericordia sean también obras de auténtica entrega a Dios, limpias todo lo posible de nuestro orgullo y nuestra vanidad.

En el desierto Jesús es tentado a pensar que no era el Salvador. En el ayuno nosotros también estamos llamados a descubrir nuestra identidad, nuestra vocación. Hay demonios que trabajan día y noche para que no logremos ese silencio y ese caminar con Cristo, hacia Él. Si no ayunamos, no conseguimos librarnos de muchos de los demonios de nuestro tiempo, que silenciosos trabajan para que nos creamos la mentira que intentó colar a Jesús: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4,3).


El demonio nos hace pensar de muchas formas posibles (a cada uno la suya) que no lograremos hacerlo. Cuando se siente reconocido, ya no puede actuar en silencio, ataca fomentando la desesperanza y, como no la toleramos bien, caemos en la tentación de defendernos con la justificación. Así el demonio merma nuestro encuentro con Dios en lo profundo de nosotros. Le interesa porque sabe que quien le ama en la privación, la penitencia, la austeridad y la pobreza, llevará más claramente a Cristo en sus obras de misericordia. Su hablar será bueno, santo, puro, delicado. Su actuar será ejemplar, caritativo y comedido. Su pensamiento humilde, sencillo y compasivo. Vivirá en oración todo lo que haga y donde vaya; será pues otro Cristo para los demás. Sólo así el Espíritu del Señor estará en nosotros y en nosotros permanecerá, revelando al corazón los secretos del amor.


Así pues, no tengáis miedo a empezar a ayunar, dejad de pensar lo que podéis hacer o lograr, pues es Dios quien lo logra con nuestro pobre sí, porque todo es gracia. Seamos dóciles a la obra del Señor y dejémonos moldear en sus manos sin resistencias ni justificaciones. Simplemente di que sí cada día a lo que te lleva al Señor, dejando de lado lo que no lo hace, pero también lo que lo hace menos. No te conformes con lo que no es malo, más bien preocúpate de encontrarte no sólo con lo bueno, sino con lo mejor (la mejor parte de María más que la de Marta). Este es el secreto de los santos, y si se aplicara a los matrimonios, ¡qué felicidad gozarían las familias!, qué testimonio ardiente darían todas, qué milagros veríamos en la Iglesia doméstica.

Entra en el desierto, camina con nosotros, vive sólo de Cristo sin moderación, sin temor, sin resistencia.

Paz y bien.

AyunoXti

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